Distantes quedan los días en que los Ciclos Económicos eran parte integral y de suma importancia en los estudios de la Ciencia Económica. Aquellos eran los días en que la Ciencia Económica era mayormente generada y enriquecida en Europa, donde el problema de dejar que la naturaleza dictara los acaeceres y acontecimientos humanos era lo normal. La función de la ciencia era tratar de descubrir, discernir y predecir los fenómenos que ocurrieran en la naturaleza y en la humanidad. La habilidad de explicar los fenómenos y, basados en la observación y la experimentación, predecir los resultados de los mismos era el sumum de la función científica. Esto es valido principalmente en lo que se refiere a las Ciencias Sociales. La idea de experimentar y manipular en condiciones y situaciones controladas era ampliamente conocida y desarrollada en el campo de las ciencias experimentales. De hecho, el enorme progreso en las distintas disciplinas, y su consecuente resultado en la exuberancia de los recursos materiales disponibles a la humanidad en general, no hubiera sido posible sin el ejercicio de esta libertad en la experimentación científica en las distintas disciplinas que conforman las Ciencias Experimentales. Esta misma libertad no estaba disponible en el ámbito de las Ciencias Sociales; por lo menos no en el sentido general de la palabra. Gobiernos totalitarios, tanto de izquierda como de derecha, podían introducir importantes cambios en las sociedades con los rótulos de Reforma. Del mismo modo, facciones insurgentes tomaban control de la sociedad en otras partes y con el rótulo de Revolución también introducían cambios. Tanto las reformas como las revoluciones de hecho modificaban considerablemente las sociedades en las que los cambios eran introducidos. Y en muchos casos, estudiosos de las Ciencias Sociales adquirían valiosos conocimientos de estos cambios y sus resultados. Pero en ningún sentido se puede comparar la experimentación científica que estaba disponible para las ciencias experimentales con la experimentación (difícilmente científica) de la que se podían valer los estudiosos de las ciencias sociales. Esto permanece relativamente cierto hasta nuestros días en la mayor parte del mundo con excepción de los países altamente industrializados y económicamente poderosos. De hecho, en países como en los Estados Unidos de Norteamérica, Alemania o Inglaterra, donde la abundancia de bienes materiales y la sofisticación de los medios de comunicación permiten una mayor flexibilidad a los estudiosos de las ciencias sociales en su habilidad de experimentar con grupos sociales de diversos niveles y tamaños, la reticencia de la sociedad a ser parte de experimentos es menos obvia. La enorme abundancia de datos generada por disciplinas como la Mercadotecnia o la sofisticación de los medios de comunicación, entre otros, permiten a los estudiosos de las ciencias sociales determinar, por ejemplo, la cantidad de horas que en promedio un adulto de descendencia africana dispone para entretenimiento. Con el sistema de televisión por cable, hasta es fácil determinar cuales son sus programas favoritos por la asiduidad con que los ve (las cajas de cable llamadas interactivas retornan esta información a las compañías de cable). Esta enorme abundancia de datos e información disponible a las ciencias sociales, así como la flexibilidad en la interpretación y manipulación de los mismos ha permitido un casi increíble avance en las Ciencias Sociales en general, especialmente en lo que se refiere a la predictibilidad de la conducta del ser social. De entre ellas, las Ciencias Económicas han sido de las más favorecidas. Cuando propiamente utilizados por los agentes económicos (tecnócratas, empresarios, financistas y funcionarios gubernamentales), los postulados de las Ciencias Económicas han sido instrumentales en la expansión económica de aquellos países que están en condiciones de manipular el gasto publico, la disponibilidad de la moneda y otros instrumentos económicos en conjunción con la manipulación de la información publica que necesariamente acompaña a esos cambios. En el caso del sector financiero, la utilización selectiva de información ha hecho posible la generación y acumulación de riqueza especulativa al estilo de Wall Street.
Es muy probable que esta sucesión de logros, debidos en parte al innegable avance de las Ciencias Económicas y al optimismo generado por esos logros, haya empujado a gran parte de la colectividad científica a sobreestimar los alcances y posibilidades de la Ciencia Económica. En la visión de muchos economistas, la Economía bien manejada no tiene otro rumbo más que la prosperidad continua. Este excesivo optimismo no deja mucho lugar o no da mucha credibilidad a la existencia de los Ciclos Económicos. La idea de una Recesion que sigue a cada periodo de Expansión no es palatable a todos los economistas.
No es la ciclicidad lo que molesta. El ser humano no tiene problema con la repetición cíclica del día y la noche, por decir. La eterna sucesión del día y la noche, o de las estaciones del año, o el ciclo del agua, ni siquiera están presentes en las preocupaciones del ser humano. El hecho de que a cada otoño le seguirá el invierno no nos conmueve en gran manera. Ni siquiera el ciclo de nacer, crecer, reproducirse y algún día morir parece constituirse en tema de gran importancia. Cuando llega el invierno nos toma preparados con cobijas y reservas de alimentos. Los mejores preparados sabremos amainar los rigores del invierno con un buen sistema de calefacción. Del mismo modo esperamos estar preparados para nuestra vejez. Pero, por alguna razón, la idea de que un periodo de vacas flacas seguirá a un periodo de vacas gordas, idea tan vieja como la misma Biblia, parece incomodarnos en manera extrema. Peor recibida es entre los economistas: la noción de que la economía pueda contraerse en forma continuada sin responder a las medidas correctivas al alcance de los agentes económicos es sencillamente inaceptable hoy en día. El concepto es, para muchos, anti-científico. Y, sin embargo, la experiencia humana esta llena de ejemplos a lo largo de la historia.
Notablemente, han sido en su mayoría economistas los que han puesto mayor esfuerzo en probar la existencia de estos ciclos económicos. Cuando la Ciencia Económica aprendía a manejarse sin sus pañales y tentaba sus primeros pasos, muchas cosas llamaban su atención y su curiosidad. Había que darle nombre a muchas cosas, desarrollar conceptos elementales y tantear algunos ejercicios básicos. A medida que la Ciencia Económica adquiría madurez iba notando la existencia de algunos fenómenos en derredor. La prudencia le fue avisando que dejara algunos de estos fenómenos a otras ciencias mejor preparadas para lidiar con ellos. Cuando finalmente se encontró con tiempos de carencia y dureza, se preocupo en encontrarles una explicación. Los primeros tanteos en explicar la recurrencia de estos altibajos en la actividad económica lidiaban con factores meteorológicos y climáticos que alteraban la agricultura y los ciclos de producción. Algunos fueron inclusive mas allá y trataron de encontrar causales en las tormentas solares u otra explicación extra terrenal. Otros fueron en dirección opuesta y trataron de encontrar razones en las intrínsecas fibras psicológicas del ser humano y su comportamiento. Aun cuando las explicaciones y argumentos sean un tanto dispares, el hecho cierto es que todos estos economistas coinciden en la ocurrencia de estos ciclos económicos: de que existen, existen! Cuales son las causas?, cuanto tiempo duran?, que otros fenómenos les acompañan?, son preguntas que todos estos investigadores continúan haciéndose hasta nuestros días.
Muchos economistas coinciden en la existencia de varios tipos de ciclos económicos. Algunos hablan de los Ciclos Cortos de 8 o 9 años; otros de los Ciclos Largos de 45 o 50 años. Y alguno que otro los ubica en 14 a 18 años. Ninguno realmente pretende insinuar algo como que la Economía se rige por calendarios o almanaques; lo que estos investigadores pretenden es tratar de establecer cierto patrón de regularidad en la ocurrencia de los ciclos económicos. Inferimos que los distintos pre-supuestos que asumen, así como la diversidad de los datos que toman en consideración como parte de sus respectivos estudios los empujan a conclusiones dispares. También existe la posibilidad de que estos distintos ciclos ocurran superpuestos y al mismo tiempo, haciendo aun mas difícil la percepción del fenómeno.
En los tiempos en que estamos viviendo, y a medida en que el gobierno mismo de los Estados Unidos reconoce el hecho de que estamos inmersos en una recesion, podremos observar con gradual intensidad la forma en que los distintos medios de comunicación irán cubriendo el tema de los ciclos económicos. Nombres como los de Nikolai Kondratief, Schumpeter y otros economistas serán mencionados con mayor asiduidad. No faltaran escritores que acuñaran términos nuevos para referirse a un fenómeno viejo. De hecho, el uso cada vez mas frecuente de términos como K-wave o Fase A y B, o cresta A, B y C como estadios del Ciclo de 54 Años nos trae renovadas esperanzas de que gente nueva en el ámbito de las Ciencias Económicas esta encarando el estudio de los ciclos económicos con alguna seriedad.
Enhorabuenas a todos los periodistas, estudiosos y/o personas de buena voluntad que deseen investigar y reportar acerca de este interesante fenómeno de la vida económica.
"El silbido del Pombero incomoda solamente a aquellos quienes tienen razones poderosas para no estar durmiendo" Anonimo
Pombero en New York
Tuesday, March 17, 2009
Sunday, March 8, 2009
Subsidios Economicos
Conforme a los postulados iniciales de la Economía clásica los subsidios económicos son aberraciones o disturbios creados cuando los gobiernos intervienen en forma activa para ayudar a una determinada industria o sector económico y con ello alteran las condiciones del Mercado. En los modelos clásicos (esto es en el etéreo mundo conceptual o teórico) la función del gobierno se limita a crear las condiciones para que las fuerzas del mercado actúen libremente conforme a los requerimientos de la libre oferta y la libre demanda. Es obligación del gobierno remover todos aquellos obstáculos que de una forma u otra previenen, alteran o distorsionan las fuerzas del mercado. En esa actitud pasiva de los gobiernos ante las fuerzas económicas, conforme sigue el credo de “laissez farer, laissez passer”, es la “mano invisible” que menciona Adam Smith la que se encarga de alocar y distribuir tanto los recursos económicos como los resultados del proceso económico. O el equilibrio entre las distintas fuerzas, según los que escribieron mas adelante. Los dueños de la tierra quedan con la renta generada conforme a la producción, a la ley de los rendimientos decrecientes, etc.; los capitalistas con los intereses y las utilidades generadas por sus inversiones conforme al riesgo y al costo de oportunidades, etc., y los trabajadores con sus salarios conforme a la demanda laboral, productividad, etc.
Este simple modelo económico por supuesto sufre las modificaciones que trae el tiempo con su flujo de innovaciones y nuevos aproches. La industrialización trajo consigo sus cambios, así como lo hizo el mejoramiento de la navegación y de otros medios de intercambio económico.
Factores foráneos al proceso productivo y cambios en el aspecto social, como la emergencia del socialismo y el nacionalismo también afectaron la sencillez de nuestro modelo clásico inicial.
En el cambiante mundo de nuestros días, el moderno modelo económico que hoy llamamos neo-clásico, neo-liberal o simplemente “free market” ya no necesariamente excluye las distintas formas de subsidio que alteran o afectan las fuerzas del mercado.
Muchos países industrializados consideran a sus respectivas agriculturas y ganaderías como elementos estratégicamente importantes en sus sistemas de “seguridad nacional”. La disponibilidad de alimentos suficientes para la población no puede y no debe estar supeditada a las fluctuaciones del mercado internacional, especialmente en casos de guerras u otro tipo de emergencias. Es responsabilidad de los gobiernos establecer los mecanismos que garanticen la estabilidad de la disponibilidad de alimentos para la población e insumos para las industrias. Y si la única forma de garantizar una constante cantidad de la oferta es a través de subsidiar los precios, eso es precisamente lo que harán estos gobiernos. Consideraciones de otro tipo, tales como la necesidad de mantener los niveles de precio, de ocupación, o la disminución de la pobreza en ciertas áreas o regiones también fundamentan las razones existenciales de los subsidios. Algunos de estos gobiernos tienen también otras formas de procurar o asegurar los recursos naturales que les son necesarios para su consumo o industrias, pero son diferentes a los subsidios (Tratados de Materiales Estratégicos, guerras de anexión, ocupación, corrupción de otros gobiernos, coerción, etc.), pero por ser ellos de naturaleza ajena al tema que queremos abordar en este ensayo, no nos referiremos a ellas en profundidad ahora.
Otra forma de subsidio es la que normalmente se presenta como contratos de defensa. La industria aeronáutica ofrece unos claros ejemplos de cómo funciona el subsidio estatal a favor de una industria: El gobierno contrata la construcción de un avión para transporte de tropas militares. Una o varias firmas son favorecidas con los contratos multimillonarios para la construcción de uno o varios prototipos y ponerlos a prueba. Sobrecostos por cambios tanto en el desarrollo técnico del proyecto tanto como en las fechas topes son fácilmente absorbidos por los ilimitados recursos de las arcas públicas, siempre atendiendo a la importancia de la defensa o seguridad nacional. Esta habilidad de disponer con recursos ilimitados no siempre esta presente en las industrias privadas. Es por eso que es difícil concebir la posibilidad de que la industria privada haya tenido el interés o el deseo de experimentar con proyectos tales como los gigantescos Boeings de décadas pasadas. Todas estas enormes y costosas maravillas del transporte aéreo se iniciaron como proyectos de seguridad nacional con enormes contratos de defensa financiados por las arcas federales. Y por muchos anos después siguieron en exclusivo uso de las fuerzas militares hasta que fueron reemplazados por otros modelos mas apropiados para el transporte de personal militar, posibilitando la transferencia de los mismos al uso civil. Otro tanto ocurría en la industria automotriz. La producción en serie de automóviles no comenzó sino hasta que Henry Ford obtuvo un contrato de defensa que contemplaba la provisión de 10,000 unidades para el Ejército. Con este contrato en la mano, y la seguridad del respaldo del Gobierno norteamericano como signatario, le fue posible al Sr. Ford conseguir los inversionistas y los recursos necesarios para montar el complejo industrial que le permitiría cumplir con su obligación contractual e iniciar así lo que mas adelante se constituirían en una industria de dimensiones gigantescas.
Tampoco se puede dejar de mencionar el subsidio a las exportaciones del que tanto uso hacen muchos gobiernos. Cuando un gobierno trata de fomentar la exportación de un determinado producto, con harta frecuencia recurre a estímulos fiscales e impositivos (ya sea en forma de excepciones o créditos tributarios), relajando leyes laborales o pro-ambientales, influenciando relaciones internacionales, etc.
Algunos economistas también coinciden en señalar que muchas reformas migratorias aplicadas por países industrializados tienen en los tiempos modernos el mismo efecto de subsidiar la mano de obra nacional. El hecho de que el flujo migratorio tiende a afectar el nivel de los salarios es por todos conocido y se entiende que por esta razón muchos gobiernos tiendan a restringir la migración.
Todos los países industrializados, incluyendo aquellos que conocemos como los líderes y ejemplos del free market, hacen uso extensivo de los subsidios económicos sin sentirse absolutamente culpables de ningún pecado. Es por eso que nos sentimos extrañados de que algunos de nuestros economistas locales, en cargos públicos muchos de ellos, se sientan incómodos con la idea de que el Estado asuma algunos roles que obviamente el sector privado no tiene interés en perseguir.
Por las razones expuestas mas arriba, así como por muchas otras que hemos mencionado en pasados artículos, es de suma importancia que nuestros economistas en función de decidir en los asuntos que afectan la suerte y fortuna de nuestros compatriotas se despierten del largo letargo intelectual en el que el tiempo y el conformismo los han sumido y, tras abrir los ojos en términos reales, comiencen a interpretar las necesidades y posibilidades de los tiempos actuales.
Este simple modelo económico por supuesto sufre las modificaciones que trae el tiempo con su flujo de innovaciones y nuevos aproches. La industrialización trajo consigo sus cambios, así como lo hizo el mejoramiento de la navegación y de otros medios de intercambio económico.
Factores foráneos al proceso productivo y cambios en el aspecto social, como la emergencia del socialismo y el nacionalismo también afectaron la sencillez de nuestro modelo clásico inicial.
En el cambiante mundo de nuestros días, el moderno modelo económico que hoy llamamos neo-clásico, neo-liberal o simplemente “free market” ya no necesariamente excluye las distintas formas de subsidio que alteran o afectan las fuerzas del mercado.
Muchos países industrializados consideran a sus respectivas agriculturas y ganaderías como elementos estratégicamente importantes en sus sistemas de “seguridad nacional”. La disponibilidad de alimentos suficientes para la población no puede y no debe estar supeditada a las fluctuaciones del mercado internacional, especialmente en casos de guerras u otro tipo de emergencias. Es responsabilidad de los gobiernos establecer los mecanismos que garanticen la estabilidad de la disponibilidad de alimentos para la población e insumos para las industrias. Y si la única forma de garantizar una constante cantidad de la oferta es a través de subsidiar los precios, eso es precisamente lo que harán estos gobiernos. Consideraciones de otro tipo, tales como la necesidad de mantener los niveles de precio, de ocupación, o la disminución de la pobreza en ciertas áreas o regiones también fundamentan las razones existenciales de los subsidios. Algunos de estos gobiernos tienen también otras formas de procurar o asegurar los recursos naturales que les son necesarios para su consumo o industrias, pero son diferentes a los subsidios (Tratados de Materiales Estratégicos, guerras de anexión, ocupación, corrupción de otros gobiernos, coerción, etc.), pero por ser ellos de naturaleza ajena al tema que queremos abordar en este ensayo, no nos referiremos a ellas en profundidad ahora.
Otra forma de subsidio es la que normalmente se presenta como contratos de defensa. La industria aeronáutica ofrece unos claros ejemplos de cómo funciona el subsidio estatal a favor de una industria: El gobierno contrata la construcción de un avión para transporte de tropas militares. Una o varias firmas son favorecidas con los contratos multimillonarios para la construcción de uno o varios prototipos y ponerlos a prueba. Sobrecostos por cambios tanto en el desarrollo técnico del proyecto tanto como en las fechas topes son fácilmente absorbidos por los ilimitados recursos de las arcas públicas, siempre atendiendo a la importancia de la defensa o seguridad nacional. Esta habilidad de disponer con recursos ilimitados no siempre esta presente en las industrias privadas. Es por eso que es difícil concebir la posibilidad de que la industria privada haya tenido el interés o el deseo de experimentar con proyectos tales como los gigantescos Boeings de décadas pasadas. Todas estas enormes y costosas maravillas del transporte aéreo se iniciaron como proyectos de seguridad nacional con enormes contratos de defensa financiados por las arcas federales. Y por muchos anos después siguieron en exclusivo uso de las fuerzas militares hasta que fueron reemplazados por otros modelos mas apropiados para el transporte de personal militar, posibilitando la transferencia de los mismos al uso civil. Otro tanto ocurría en la industria automotriz. La producción en serie de automóviles no comenzó sino hasta que Henry Ford obtuvo un contrato de defensa que contemplaba la provisión de 10,000 unidades para el Ejército. Con este contrato en la mano, y la seguridad del respaldo del Gobierno norteamericano como signatario, le fue posible al Sr. Ford conseguir los inversionistas y los recursos necesarios para montar el complejo industrial que le permitiría cumplir con su obligación contractual e iniciar así lo que mas adelante se constituirían en una industria de dimensiones gigantescas.
Tampoco se puede dejar de mencionar el subsidio a las exportaciones del que tanto uso hacen muchos gobiernos. Cuando un gobierno trata de fomentar la exportación de un determinado producto, con harta frecuencia recurre a estímulos fiscales e impositivos (ya sea en forma de excepciones o créditos tributarios), relajando leyes laborales o pro-ambientales, influenciando relaciones internacionales, etc.
Algunos economistas también coinciden en señalar que muchas reformas migratorias aplicadas por países industrializados tienen en los tiempos modernos el mismo efecto de subsidiar la mano de obra nacional. El hecho de que el flujo migratorio tiende a afectar el nivel de los salarios es por todos conocido y se entiende que por esta razón muchos gobiernos tiendan a restringir la migración.
Todos los países industrializados, incluyendo aquellos que conocemos como los líderes y ejemplos del free market, hacen uso extensivo de los subsidios económicos sin sentirse absolutamente culpables de ningún pecado. Es por eso que nos sentimos extrañados de que algunos de nuestros economistas locales, en cargos públicos muchos de ellos, se sientan incómodos con la idea de que el Estado asuma algunos roles que obviamente el sector privado no tiene interés en perseguir.
Por las razones expuestas mas arriba, así como por muchas otras que hemos mencionado en pasados artículos, es de suma importancia que nuestros economistas en función de decidir en los asuntos que afectan la suerte y fortuna de nuestros compatriotas se despierten del largo letargo intelectual en el que el tiempo y el conformismo los han sumido y, tras abrir los ojos en términos reales, comiencen a interpretar las necesidades y posibilidades de los tiempos actuales.
Y la politica energetica paraguaya?
Independientemente del aspecto emotivo que conlleva la mención del nombre del Gral. Alfredo Stroessner, del sentimiento de simpatía o rechazo que esta mención pueda generar, y a pesar de las posturas de distanciamiento que a estas alturas denotan los distintos sectores de la política nacional con referencia a la figura del ex-presidente, es necesario asumir cierta madurez cívica y rever con actitud critica algunos aspectos fundamentales de la política económica que caracterizaron al largo gobierno colorado-militar por el liderado y que hasta hoy día afectan en gran medida la suerte económica de nuestro país.
La nacionalización del servicio de provisión de energía eléctrica en 1948 fue uno de los primeros actos de gobierno del Partido Colorado, en función de gobierno tras su victoria en la revolución del año anterior. Hasta entonces la provisión de energía eléctrica, así como la operación del transporte eléctrico (nuestro romántico tranvía), era explotado por la Compañía Americana de Luz y Tracción, monopolio de capital europeo y argentino. Solamente algunos barrios más populosos de Asunción contaban con el servicio de energía eléctrica y de alumbrado publico. El resto del país se manejaba con algunas pequeñas empresas privadas que explotaban el servicio en unas pocas ciudades mas populosas o, sencillamente, sin energía eléctrica. Con el correr de los años la Administración Nacional de Electricidad fue creciendo a pasos agigantados con la infusión de capital operativo por parte del gobierno hasta que a mediados de la década del 60 se constituye en una entidad autarquica altamente técnica y, con vasto capital operativo e inversiones varias veces millonarias, se comienzan a elaborar los primeros planes de electrificación nacional. La contratación de préstamos internacionales sigue y se materializan la Represa Hidroeléctrica del Acaray y la ambiciosa red de distribución nacional. En la siguiente década se formaliza el Tratado de Itaipu y con el correr de los años Paraguay se convierte en el mayor exportador mundial de energía eléctrica. La construcción de la Represa de Yacyreta, en condominio con la Argentina, incrementa aun más la generación de la energía eléctrica en Paraguay.
La política energética del Paraguay, centrada en aquel entonces en la electrificación total del país como primer paso, y a la aplicación industrial y comercial de la misma en una segunda fase, se vio alterada sustancialmente tras el derrocamiento del Gral. Stroessner. En forma gradual los objetivos de la política energética se fueron diluyendo y perdiendo foco, cediendo lugar en importancia a otros temas relacionados al nuevo clima político en el que nuestro país ahora vivía.
En los días que nos toca vivir, el tema de los términos del Tratado de Itaipu es ítem tan caliente en la política nacional que pasó a ocupar el primer plano en la agenda pública, en desmedro del más importante tema del aprovechamiento de esa misma energía eléctrica. Muchos de nuestros mejores compatriotas y más selectos economistas, quienes no pudieron sustraerse del carnaval mediático que acompaña y envuelve al tema del Tratado, abandonaron casi por completo el estudio y las deliberaciones acerca de la utilización productiva de la abundante y barata energía eléctrica de que ahora dispone nuestro país.
En momentos en que el resto del mundo esta tratando de encontrar nuevas fuentes de energía para reemplazar al petróleo, experimentando y gastando millones de dólares en la búsqueda de formas eficientes de producir energía eléctrica en base a la utilización de usinas de viento, paneles solares, etc., nuestras mentes mas brillantes en el plano local se anulan a si mismos como interlocutores validos al suscribirse a uno u otro bando de apasionados oportunistas políticos.
Bien harían nuestros lideres (por lo menos aquellos auténticos patriotas) y nuestras mentes mas claras en ocuparse del tema del aprovechamiento racional y productivo de la abundante energía eléctrica ya disponible o a disposición de nuestro país. Crear o atraer industrias que utilicen energía eléctrica en forma intensiva podría ser un buen comienzo. La electrificación del transporte, tanto de cargas como de pasajeros, podría ser otra prioridad. La meta debería ser el eventual reemplazo total del costoso no-renovable y contaminante petróleo por la abundante y limpia energía eléctrica proveniente de las represas hidroeléctricas.
Saludamos y presentamos nuestros más sinceros respetos a aquellos pocos patriotas quienes mantienen el enfoque en los temas que realmente son de importancia para el país.
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