Pombero en New York

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Saturday, June 2, 2007

Acerca del termino riqueza

Acerca del termino riqueza

El presente artículo responde a la necesidad de expresar nuestra preocupación por la forma en que algunos personajes de nuestro pais tratan de agitar a segmentos de nuestra población con el no muy loable propósito de obtener beneficio político personal a costa de grandes pérdidas económicas para el pais. Las veces en que demagogos y charlatanes de distintas tendencias utilizan los términos “justicia social” y “distribución de la riqueza” (como si existiera una necesaria relación causal entre lo uno y lo otro) al dirigirse a la población ya convulsionada por otros hechos, acabamos peor que al principio.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española describe la palabra riqueza como sustantivo femenino que equivale a la “abundancia de bienes y cosas preciosas” o a la “abundancia de cualidades o atributos excelentes”. En su acepción mas flexible, alude a “la abundancia relativa de cualquier cosa”. En el ámbito de las Ciencias Económicas el término se refiere no solo a la abundancia de bienes económicos, sino se extiende también a la habilidad de producirlos, intercambiarlos y consumirlos. Como muchos otros conceptos en esta disciplina, la cualidad de ser vago e impreciso (el concepto) empuja a muchos estudiosos a tratar la palabra riqueza con extremo cuidado y diligencia. Frecuentemente, sin embargo, personas que poco tienen que ver con la Ciencia manipulan el concepto en favor de la consecución de objetivos totalmente ajenos a los postulados de la Economía. Dicho esto, y sin ánimo de embarcarnos en fútiles disquisiciones acerca de las variantes semánticas o problemas filosóficos, religiosos o morales asociados con el término riqueza, pasamos a lo siguiente:

Por tiempos que se extienden a la prehistoria y, probablemente desde que el mundo es mundo, existe disparidad de riqueza entre los individuos que conformamos esta humanidad. Ya sea por designio divino, disparidad de talentos, esfuerzo desplegado o mero acto fortuito, algunos individuos tienen más que otros. Así sea que los primeros seres humanos hayan sido creados por un ente divino o hayan evolucionado de otra especie u especies, es difícil concebir que hayan tenido igual suma de posesiones o talentos. Dudamos que inclusive tuvieran la misma necesidad, habilidad o deseo de poseer las mismas cosas. Juan tiene más que Pedro porque consume menos de lo que produce (ahorra) e invierte lo que ha ahorrado. O porque tiene el talento de cantar bonito, talento por el que la sociedad paga bien. O porque sus afluentes padres le costearon una mejor educación, con lo cual pudo obtener un empleo mejor remunerado. Tal vez porque el año anterior se gano la lotería; o quizás por una combinación de todo lo anterior.

Lo mismo aplica a los grupos de individuos cuando se constituyen en familias, tribus, colonias o sociedades: Cada grupo tiende a satisfacer sus necesidades primarias, a guardar otro tanto para satisfacción de esas mismas necesidades en el futuro, a intercambiar con otros grupos lo que tiene en exceso a cambio de otras cosas que considera de valor, y a acumular esas cosas que considera de valor con la intención de intercambiarlas en el futuro. Y existen en extremos que van desde aquellos que apenas tienen para satisfacer sus necesidades primarias hasta aquellos que enfermizamente acumulan hasta las cosas que les hace daño. La disparidad en la tenencia de bienes es un fenómeno universal que se da lo mismo en nuestro país como en la Cochinchina. Y esto es cierto aun a pesar de las excepcionales ocasiones en que un gobierno despótico desposee por completo a sus súbditos con el pretexto de un Nuevo inicio, como parece ser el caso en algunas revoluciones. Porque es meramente cuestión de tiempo hasta que las diferencias en posesiones aparezca nuevamente. La revolución Bolchevique que despilfarro la riqueza zarista entre el proletariado no pudo evitar que al final el aparato partidario encumbrara a unos pocos en desmedro de los muchos otros. La tendencia natural es la disparidad y la desigualdad, independiente de las connotaciones morales, filosóficas o políticas que este hecho conlleva. Y tal parece ser la tendencia de esta desigualdad que, cualquiera sea la época histórica que consideremos, o el lugar del planeta que elijamos, la parte mayoritaria de la sociedad tendrá mucho menos que una selecta fracción minoritaria. Estudiosos de las Ciencias Sociales gustan representar a la población de una sociedad (de cualquier sociedad) con una pirámide en la cual la base la componen la mayoría pobre y no educada, mientras la punta la constituye la elite de los más afluentes y mejor educados. Esto equivale a decir: Un pequeño porcentaje de la sociedad es mucho más rico que la gran mayoría de los integrantes de esa misma sociedad. El corroborar esto en la inmediata realidad que nos rodea, no requiere de nosotros que seamos estudiosos o eruditos. El hecho de que la distribución de riqueza en la población sea desigual es natural y no conlleva ninguna sanción moral, política o filosófica en el sentido de que sea Buena o Mala. Las desigualdades económicas entre los distintos estratos sociales se dan en forma continuada a la largo de la historia, a lo largo y ancho del planeta. No es la excepción, sino la regla. Las pocas veces que se rompió esta regla, fue a un tremendo costo social.

En nuestra historia reciente, el periodo que sigue inmediatamente a la revolución de 1947 en la que el Partido Colorado estatizo el patrimonio de los monopolios ingleses quienes, junto con sus esbirros y servidores locales expoliaban al Paraguay, trajo consigo muchos sinsabores e infortunios a un gran numero de paraguayos. Familias acaudaladas de la época tuvieron que elegir entre abandonar el país o perder las posesiones que el sistema colonialista y liberal de la época les había permitido acumular en desmedro de los muchos desposeídos por el mismo sistema. La revolución y el Coloradísimo estaba empeñado en acortar la enorme brecha que existía entre la elite liberal y el mensu de los yerbatales. Siguiendo la regla natural, con el transcurso del tiempo vastas fortunas se fueron acumulando en manos de quienes representaban la cúpula partidaria. En relativamente corto tiempo la brecha patrimonial entre los “jerarcas” y los “pynandies” es otra vez de proporciones abismales. El mensu de los liberales nada tiene que envidiarle al pynandi colorado.

La otra redistribución de riqueza de relevancia histórica en el Paraguay se la debemos al Prócer Dictador cuando aprovechando la “conspiración” de 1820 apreso al pleno patriciado español y los fue liberando a medida en que estos transferían sus bienes y posesiones. Con las tierras de estos se crearon las Estancias de la Patria y con sus bienes las escuelas y centros comunitarios de la época. El costo social que vino con esta redistribución fue el largo periodo de oscuridad y aislamiento, de intrigas y persecuciones que caracterizaron al Paraguay del Dr. Francia.


Es por eso que levantamos nuestra voz para denunciar a los charlatanes y farsantes quienes azuzan a las masas y las incitan a paralizar la economía con huelgas y cierres de caminos, con promesas de mayor justicia social. Hay que comprender que parar la economía es meramente eso: parar la economía o, en lenguaje popular, patear la olla de la que comemos todos. La justicia social tiene que ver, por el contrario, con la justa retribución conforme al esfuerzo individual y colectivo dentro de un marco social ordenado y equilibrado, así como con el justo castigo a quienes quebranten ese orden social.

El pueblo paraguayo no puede y no debe prestar oídos a estos personajes. Después de todo, no hay que perder de vista el hecho cierto de que muchos de estos discursos no son otra cosa sino excrecencias y subproductos de la retórica que acompañaba a la guerra fría en sus versiones porteña y carnavalesca. La cantilena marxista del proletariado contra los capitalistas es ya cosa del pasado.


La situación ideal es aquella en la que los auténticos políticos, lideres naturales, aprovechan su ascendencia sobre la población para invitarla a participar mas activamente en la creación de riqueza y las lidera en la promoción de cambios que favorezcan una distribución mas justa y equitativa de esa riqueza. Estos cambios deben realizarse dentro de un marco de paz y orden social en forma gradual y progresiva. La educación cívica de la población debe constituirse en piedra angular de ese proyecto.

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