Pombero en New York

Pombero en New York

Wednesday, July 11, 2007

La corrupcion nuestra de cada dia

Año tras año la prensa nacional nos recuerda nuestra posición en la lista de los países que, conforme a la percepción de sus propios habitantes, padecen del mal de la corrupción. Alguna institución allá en Europa se encarga de encuestar a la población de los varios países de la lista y, en base a esta encuesta, determinar que tan extendida o arraigada es la corrupción conforme a la percepción de los respectivos habitantes. Paraguay casi siempre tiene un puesto asegurado allá arriba. Y cuando los medios de comunicación mencionan el hecho, algunos hasta actúan sorprendidos o molestos.
La corrupción es tan omnipresente y constante en nuestras vidas y nos tropezamos con ella casi a cada paso, tanto que con el correr del tiempo ya nos es indiferente y casi natural. Al levantarnos en la mañana encendemos la luz (muchas veces “pirateada” o con medidores trucheados) y nos lavamos la cara con el agua corriente cuyo medidor probablemente también haya sido “mal leído”. Con el desayuno muy probablemente también vamos a estar ingiriendo alguno que otro producto contrabandeado.
Camino al trabajo iremos manejando el auto con el ruego de que ningún policía nos detenga a chequear las condiciones del vehículo, por el temor de que nos quieran aplicar la ley o el reglamento de transito. Si nos encontraran en falla, ya sabemos: Cualquier cosa menos la aplicación de la ley. Trataremos de sobornar al oficial y si el no se prestara, estaríamos muy molestos.
Una vez en el trabajo, probablemente conseguido a través de cuñas y recomendaciones, estaremos sumergidos hasta el cuello en alguno que otro aspecto de la corrupción. Si empleado publico, con mayor razón. Como profesional, ya sea contador, abogado, notario, despachante de aduanas o de alguna forma encargado de ayudar en el cumplimiento de las leyes y obligaciones impositivas, casi seguro. Como comerciantes, con la excusa de la competencia desleal, estaremos en el frente mismo, propiciándola. Si nuestro empleo es tan ínfimo e insignificante que no v ale la pena corromper o ser corrupto por otros, nos conformaremos con llevar a casa por lo menos un sacapuntas o cinta scotch, distraídamente.
En el transcurso del día, en más de una ocasión nos entretendremos leyendo o escuchando los comentarios de la prensa, cuya objetividad e imparcialidad ya hace mucho tiempo dejamos de cuestionar y mucho menos exigir. El plagueo sempiterno de muchos periodistas quienes, por treinta monedas como plañideras de velorio, ya no solo no nos conmueven con sus llantos, sino nos aburren con sus monótonas disquisiciones, es tiempo y espacio perdido; mientras, sospechamos que en sus respectivas vidas personales no estarán muy limpios.
Camino a casa nos detendremos a comprar, sin exigir facturas ni recibos (y muchas veces prefiriendo ignorar algunas obvias violaciones higiénicas, sanitarias, tributarias, etc.) productos de distintos tipos, incluyendo contrabandeados, adulterados y pirateados, sin que ninguna fibra ética o moral se nos distienda o lastime en el proceso.
Expertos como somos todos, vemos los sucios tentáculos de la podrida política tocar todo lo que nos rodea. Si nuestro equipo de fútbol perdió ayer, fue por el manoseo al que se presta nuestra querida Liga por parte de los políticos. El crimen callejero y el de guantes blancos, así como el robo de gallinas y los secuestros, tiene un trasfondo político. El escape de humo de los colectivos así como los vendedores callejeros y la basura en la vereda son todas excrecencias de los políticos, cualesquiera sean sus partidos políticos. Aun así, somos capaces de empujar y atropellar multitudes por estrechar la mano de cualquiera de ellos. Por una foto con ellos, haríamos talvez más.
Si lo descrito hasta ahora no es aplicable a nuestro caso personal, nuestro silencio acerca de lo que sabemos de nuestros vecinos, parientes y amigos ya nos envuelve con su hedor de complicidad. Metidos en la burbuja del ñembotavy, dentro de la cual nos excusamos y condonamos nuestras propias falencias y debilidades, crecemos en estatura y ya desde estas nuevas alturas notamos y juzgamos al mundo de corruptos que nos rodea.
Por supuesto que hay corrupción en el Paraguay!

1 comment:

Rafael Luis Franco said...

Estimado Pombero, hoy me entero de este sitio por un correo masivo que entró en mi casilla. Casi lo deshecho ya que no conocía el remitente. Pero en fin, me metí en el sitio y me encuentro con una agradable sorpresa, muy buenas las notas y muy bien presentado el sitio. Un fuerte abrazo de un compatriota desde Buenos Aires. Rafael